Introducción, Cuando la Teoría no pasa de la Teoría
En el siglo XX se popularizó la obra del economista británico John Maynard Keynes, dando lugar al inicio del keynesianismo, a partir de la publicación en 1936, del libro “Teoría General del interés, la Ocupación y el Dinero”, como una respuesta hipotética a los interrogantes que dejó, en materia económica, Gran Depresión de 1929.
La tesis principal planteada radica en que la salud económica de un país depende del nivel de su Demanda Agregada, algo así como la suma de los gastos de los diferentes agentes que participan en la economía (Familias, Empresas, Gobierno y de quienes provienen del Exterior).
Cuando la demanda agregada es insuficiente, las ventas de las empresas disminuyen y se pierden puestos de trabajo, pero si ese gasto es elevado la economía prospera.
El británico de Cambridge consideraba que los dos “motores” de la economía son los inversores privados y los gobiernos, a partir de los cuales la actividad prosperaba, por lo tanto, en una recesión se debía incentivar la inversión privada o aumentar el gasto del gobierno.
Las recetas de la intervención eran obvias, en una ligera contracción económica se debía facilitar créditos y reducir el interés con política monetaria activa, estimulando la inversión privada y restableciendo la demanda agregada, para alcanzar el “pleno empleo”.
Si la contracción es importante, habría que incurrir en déficit presupuestarios, invirtiendo en obras públicas o concediendo subvenciones a los colectivos más perjudicados.
La Receta del Desastre

Al parecer todo iría de maravilla, salvo por un importante detalle, la receta siempre fue la del desastre, como lo registra la historia económica, la crisis norteamericana del ‘29 es una muestra, que solo pudo ser superada cuando finalmente, después de tres mandatos, el congreso se negó continuar con las políticas del “New Deal” iniciadas por el presidente Hoover y profundizadas por Roosevelt en sus dos gobiernos e intentadas por Truman en un segundo “New Deal”, que solo habían prolongado la depresión.
Una situación similar, que no se suele recordar, se vivió en la crisis de aquel país entre 1920 y 1921, pero en este caso desde el inicio de su mandato, el presidente Harding en 1921, con las ideas correctas de reducción de gasto e impuestos, fue sorteada en menos de un año. Para finales de 1922 las bajas llegaron a 50% en el gasto y 40% en los impuestos.
Problemas de una Mala Teoría Incompleta
Para mencionar algunos de los principales problemas de esta teoría, que tanto encanta a nuestros servidores públicos más vehementes, el equilibrio parcial, el milagro del gasto, principalmente el estatal, lo que está más allá de la vista y del corto plazo :
Malabarista del semáforo:
En sus explicaciones, Keynes se basa en un modelo de equilibrio parcial, desafiando los principios básicos de cualquier actividad, puesto que antes de aumentar el gasto se debe primero aumentar la producción, antes es “la gallina” y después “los huevos” es decir, primero hay que invertir para aumentar una producción que podrá ser demandada posteriormente, subvertir la economía provoca que “nos comamos” el capital, la propia “gallina”.
Gastar y Gastar y …:
La restricción presupuestaria importa y como el estado no produce un bien que la población necesite, lo que es inherente al sector privado, todo lo que el gobierno quiera gastar tiene que extraerlo compulsivamente primero de otro agente, en última instancia de las familias, con la inexorable reducción inmediata y futura de su bienestar ya que los recursos no podrán ser usados en lo que la sociedad requiera sino en donde los grupos de interés incidan.
Alguien (un tal Luis Alberto) hace no mucho expresó de manera sorprendente, “donde mejor está el dinero es en el bolsillo de quien lo gana”.
Multiplicador de los panes:
Esta teoría presenta un abuso matemático del multiplicador del gasto (obtenido de un despeje algebraico de la ecuación contable); según el economista de Cambridge cualquier gasto independiente de la producción corriente (autónomo de la renta), que en el agregado se asimila al ingreso de las familias obtenido vía retribución de sus factores (salarios, beneficios y rentas de la tierra), generaría un incremento agregado del producto.
Este es el número “milagroso”, además Keynes pone a igual nivel de importancia para incrementar la producción, cualquier gasto del estado con la inversión privada, por ser los dos componentes autónomos de la renta del período.
Falacia de lo que no se ve:
En su modelo de corto plazo, considera al ahorro como un residuo del consumo y omite que las acciones humanas presentan perspectiva inter temporal.
Cuando las familias ahorran están trasladando consumo del presente al futuro, absteniéndose de ese gasto hoy.
La decisión depende de incentivos al ahorro del presente, los cambios en las preferencias temporales de las familias no las ve.
Como dice el economista y filósofo Henry Hazlitt, citando a Bastiat en su libro “Economía en una Lección”, lo que distingue un buen economista de uno mediocre es la consideración o no, de los efectos de largo plazo de las intervenciones propuestas, es decir considerar “lo que no se ve”.
Cuando se crean empleos públicos, por ejemplo, no solo se está privando a las personas de disponer libremente del fruto de su esfuerzo por medio de un acto violento previo de extracción de recursos, además implica destrucción de puestos de trabajo donde la sociedad si lo necesita, el recurso escaso se está desaprovechando, con la respectiva perdida de bienestar social.
La Imprescindible Conexión Ahorro-Inversión
En economía, igual que en todas las ciencias, la teoría debería explicar satisfactoriamente los fenómenos que pretende estudiar, en principio por el solo conocimiento, en el caso de la autoridad el interés sería justificar su intervención “salvadora”.
Para ilustrar cómo funciona la economía en su conjunto, imaginemos la dinámica de dicha actividad como el llenado de una “gran bolsa” por un lado, con todos los bienes que las empresas producen y ponen para disposición de los agentes, parte de esos productos provienen del país (PIB) y parte se producen en el exterior y se los importa.
Por otro lado, cada agente (grupo de personas o instituciones con un rol económico similar) “saca” de la bolsa lo que necesita, esto es la demanda agregada (DA). Por principio contable todo lo que se pone es igual a todo lo que se saca (Oferta Agregada=Demanda Agregada) de la gran bolsa de la economía.
Identidadad Contable OA=DA
La mencionada identidad especifica que: DA=C+I+G+XN
Así lo que obtienen las familias se llama Consumo Privado (C), Inversión en el caso de las empresas (I), Gasto Público la parte que se lleva el gobierno (G) y la del sector externo se denomina (despejando el PIB) exportaciones netas (XN).
Esta forma simple de considerar la economía, que se muestra en la siguiente figura, coincide con el desarrollo de la ecuación elemental del Sistema de Cuentas Nacionales, herramienta utilizada para medir las variables agregadas por la Contabilidad Nacional que, así como la ecuación de la partida doble de la contabilidad empresarial es una identidad, mas que una simple ecuación.

Si consideramos una economía sin sector externo, considerando al Gobierno, la variable relevante que aparece junto al gasto público (G) son los impuestos (T), y cuando dicho gasto excede a la recaudación impositiva surge el déficit fiscal (DF) que, por la restricción presupuestaria, dichos recursos deben necesariamente ser obtenidos de otro agente de la economía.
De las familias siempre, ya sea como más impuestos actuales, mayor deuda con el sector privado (impuestos futuros), deuda con el Banco Central vía emisión que es un impuesto “no legislado” y por lo tanto ilegal, ya que no requiere aprobación en el congreso.
La Importancia del Ahorro (S) y la conexión al Deficit Fiscal (DF)
Entonces: Déficit Fiscal = Gasto – impuesTos.
En el otro lado de la identidad, el PIB considerando por el lado del Ingreso (Y) de las familias, debería distribuirse, luego de quitarles los impuestos, entre el gasto en bienes presentes (Consumo) y el consumo planeado al futuro (Ahorro).
PIB o Y = Consumo (C)+ Ahorro (S) + Impuestos (T) (1)
Si consideramos que por el lado de la Demanda Agregada: PIB o Y= C+I+G (2), ya que OA=DA, igualando el lado derecho de las dos ecuaciones (1) = (2), y pasando impuestos al lado derecho, obtenemos lo que sería el ingreso disponible (YD), por un lado, es decir lo que nos queda de lo producido para consumir o ahorrar y del otro el uso agregado, pero como vimos G-T=Déficit Fiscal.
Como en la ecuación hasta aquí C + S = C + I + DF, el Consumo es el mismo, podemos restarlo obteniendo la ecuación de equilibrio del mercado de fondos prestables que queremos comentar:
S = I + DF
(Ahorro = Inversión privada + Déficit Fiscal)
Cuando se asegura que cualquier inversión o gasto es bueno para el crecimiento es necesario considerar algún problema detrás de esta afirmación, parte de la crítica fundamentada al multiplicador del gasto keynesiano.
Problema Uno: asociado a la ecuación S=I+DF:
La “Competencia” por el escaso Ahorro.
El ahorro de las familias, como agentes ahorradores netos, debe canalizarse a través del sistema financiero para financiar tanto la inversión privada como la parte del gasto que excede a los impuestos, conocida como Déficit Fiscal.
Ahora bien, el crecimiento económico es la única manera que el mundo encontró para derrotar la gran pobreza histórica pre revolución industrial, estimada en más del 95%.
Antes de la pandemia el Banco Mundial la estimaba al 8%. Dicho crecimiento únicamente viene de la mano de una mayor inversión privada (I), cuando se producen más bienes por mayor inversión, la calidad de vida aumenta y con ello disminuye la pobreza.
Como los impuestos nos restan a nuestro consumo y ahorro, también nos queda menos para invertir, pero el problema lo agrava el Déficit Fiscal, ya que de lo poco que queda de ahorro, ahora las empresas tendrán que competir con el estado para hacerse de dichos recursos escasos.
Ya sabemos quién pierde siempre en esa “competencia” entre las empresas y el estado por aquel ahorro familiar, principalmente a través de los bancos, así las empresas obtendrán poco para invertir por la vía del ahorro.
Es una de las razones porque siempre dependemos de inversiones extranjeras, es el bajo ahorro para que se invierta localmente, y en países pobres como los nuestros las familias no pueden ahorrar y además están muy endeudadas.
Algunos datos
En 2022 del monto del endeudamiento familiar, 14% del PIB, 1/3 fue destinado para crédito hipotecario y el resto correspondió a créditos para consumo.
Sólo para tener una idea muy general del caso, con los datos económicos en relación al PIB de 2022, por el enfoque del gasto, con los valores publicados en la web del BCU, hubo 63% de Consumo familiar, 18% de Inversión privada y pública, 16% de Gasto en bienes y servicio estatales, y exportaciones netas 3%.
Con un 3,4% de Déficit Fiscal para el mismo año y 12,6% de Impuestos, el ahorro familiar que estuvo mejorando en los últimos años, se ubicó en torno al 22,4%, dentro y fuera del sistema financiero.
En los países desarrollados la conexión entre el ahorro familiar y la inversión fluye por las herramientas financieras a disposición de las familias, en Uruguay se ha avanzado un poco en los últimos años.
Problema Dos: No cualquier Inversión cuenta.
Cualquier “incentivo” a las empresas por parte de una política expansionista, ya sea con crédito a las empresas que no provenga del ahorro o bajando artificialmente las tasas de interés (la peor de las políticas económicas), desacoplan la relación planeada por las familias de ahorro actual por consumo en el futuro.
Este desacople no es menor, ya que, cuando las empresas culminen sus inversiones e intenten vender su mayor producción, no encontrarán demanda. Esto ocurre porque la producción no fue requerida ni surgió del traslado de consumo pasado al futuro por parte de las familias en períodos anteriores.
Como no se produjo ese “ahorro previo”, se habrían cometido muchos “errores forzados” por la autoridad económica con la consiguiente quiebra y crisis. Finalmente, ¿quién debe salir a rescatarnos?, quién previamente “nos quebró las piernas”.
En el caso del problema con una inversión privada que no viene del ahorro, la pericia del empresario lo puede minimizar ya que arriesga su capital y su prestigio.
Cuando el gobierno decide la inversión, se malgastan grandes cantidades de recursos en proyectos costosos que la sociedad no solicitó y que, en la mayoría de los casos, trastornan la vida de los ciudadanos. La autoridad rara vez asume responsabilidad por estos perjuicios, que, en principio, deberían considerarse delitos.
Para muestra…
A modo de ejemplo, de las inversiones impuestas y con gran sobrecosto y daño a la sociedad, tenemos el Puente Fantasma o Puente del km 329, el Corredor Garzón, el Antel Arena, el túnel de Avenida Italia, el Tren de UPM y próximamente la bicisenda de 18 de Julio.
Por otro lado, donde se necesita orden y limpieza, por ejemplo, en el centro de Montevideo, las veredas están rotas, hay suciedad por doquier, gente durmiendo en la calle y edificios abandonados; pero… tendremos bicisenda.
Murray N. Rothbard escribió en su libro La Gran Depresión Americana: “En el mercado puramente libre y sin trabas, no habrá ningún conjunto de errores, ya que los empresarios no cometerán todos los errores al mismo tiempo”.
Concluyendo
En consecuencia, aunque nos podamos “enamorar” de una teoría, vale la pena por lo menos contrastarla con la evidencia empírica, leer otros autores y volver al objetivo de la ciencia económica, conocer y explicar el funcionamiento de la economía (economía positiva), no como quisiéramos que funcione, porque como escribió a finales del siglo XIX, uno de los pilares de la Escuela Austríaca de Economía, Eugen von Böhm-Bawerk “el poder estatal no puede anular a la ley económica”
De la mano de lo anterior, la intervención del Estado ocasiona un daño real al provocar desajustes permanentes en variables como la oferta de dinero, la tasa de interés (que debería surgir de la coordinación intertemporal de consumo), el sistema de reserva fraccionario y el crédito. Cuando este último se crea artificialmente, genera crisis que estallan al sincerarse el sistema y ajustarse las variables.
Esperamos que, al insistir en la rendición de cuentas de nuestros representantes y al lograr que, en algún momento, asuman responsabilidades financieras como cualquier ciudadano, se evite el uso de nuestras vidas como trampolín para avanzar en sus carreras políticas.
Bibliografía
Enrique Gagliardi. Macroeconomía de economías pequeñas y abiertas. (2003)
Henry Hazlitt. Economía en una Lección. (1981)
Javier G. Milei. Desenmascarando la mentira keynesiana. (2018)
Murray N. Rothbard. America’s Great Depression. (1963)
Datos de Web del Banco Mundial, del BCU y otras publicaciones locales.